Duelo
Avanzo por el laberinto esperando distinguir su cornuda silueta. El sudor hace que resbale el mango de la pistola y me produce un escalofrío: no estoy preparado para morir.
¡Un ruido! Me doy la vuelta medio segundo tarde y mi pecho se tiñe de escarlata.
Maldito paintball.
¿Perdedor?
El derrotado se alejó de la multitud. Ambos habían tocado carne en el duelo a primera sangre, pero su oponente fue un poco más rápido. Con un pañuelo limpió la ponzoña del filo de su espada y sonrió. Él nunca perdía.
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