Eterna lucha social
Salió a la calle pancarta en mano, harto de un sistema que sólo alimentaba a los más fuertes, y una bala atravesó su cerebro. Desgraciadamente, el resto de zombis no entendió su sacrificio, y la pancarta cayó al suelo junto a su brazo podrido y sus reivindicaciones.
A partir de hoy
La gente comienza a murmurar. Rosa duda, por un instante.
—Señora, los negros se sientan detrás. Así son las cosas —explica el conductor de autobús, con la certeza del que afirma que dos más dos son cuatro.
«Así eran», piensa ella, afianzándose en su asiento.