Combate cerrado. Se puede comentar pero ya no hay lugar a la batalla.
Combate cerrado. Se puede comentar pero ya no hay lugar a la batalla.
"Ofrenda venenosa"
– ¿Funcionará? – preguntó, introduciendo la serpiente y cerrando la cesta de mimbre.
– Seguro, ya has oído a Octavio, le dirá a todos que fue un suicidio.
El sirviente entró temblando al gran salón y se arrodilló ante ella.
– Mi señora Cleopatra, le traigo la cesta de frutas que ordenó.
Pues bienvenido sea el duelo, Skouris. Me despierto de madrugada y ya tengo rival, si es que algunos no sabemos ni dormir
Curioso emparejamiento de historias clásicas con final similar; eso quizá le otorga más mérito a la primera, por abrir la caja, y también por un lenguaje más narrativo, pero confieso que mi ignorancia me ha hecho imposible descubrir esa trama de los diamantes en la que se ve envuelto el guerrero, algo que en el segundo micro, el de Cleopatra, queda aclarado de forma explícita. También me ha parecido redundante aclarar que la serpiente tiene lengua bífida y dientes diminutos. Esto me hace inclinarme, aunque por poco, hacia la «ofrenda venenosa»
Aún a riesgo de meterme donde no debo...
En Intriga Palaciega interpreto que la serpiente de la frase final es una metáfora para referirse a una mujer.
La vida es un juego de estrategia
Yo me quedo con Intriga Palaciega. Aunque es cierto que deja demasiados interrogantes en el aire y no está del todo pulido me parece mejor desde el punto de vista formal y por ello le concedo mi voto.
Pues mi enhorabuena a Fagland, en esta ocasión me apean del caballo con el primer embite. Al menos ha sido ante un gran rival .
Suerte en las siguientes rondas.
Muchas gracias por los votos!!! Ha sido toda una justa entre caballeros.
Skouris, un placer combatir así.
Confieso que mi micro no es muy claro porque comenzó como un mercenario que iba a ser traicionado por un sacerdote de egipto o algo así, y acabó siendo una intriga en una corte europea :)
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Intriga palaciega
Había derrotado a gigantes de melenas rubias, salvajes sanguinarios y orientales tercos como mulas. Intercambiaba las cabezas por enormes baúles rebosantes de oro.
Fue demasiado prosaico, hasta grosero, que ese gran guerrero muriese por un saquito de diamantes ante una serpiente de lengua bífida y dientes diminutos.