El coche exprimió la última gota de gasolina del depósito y se detuvo. Se encontraba una de esas carreteras que cruzan el desierto. No parecía llegar a ningún lado, ni venir de ningún lado. Sólo una interminable carretera con el árido desierto como eterno compañero. Hacía ya varias horas que había pasado una de esas áreas de servicio mugrientas y regentadas por un estúpido paleto del sur, con una bandera del ejército confederado coronando la puerta del establecimiento. Ni siquiera se detuvo. Tampoco había visto ninguna señal anunciando el próximo pueblo, área de servicio, gasolinera o lo que fuera.
Desde que emprendió el viaje por aquella carretera, hace ya tres días, no había visto un solo vehículo. Gregory había oído que esas carreteras secundarias eran poco frecuentadas, pero nunca había sospechado que estaban tan abandonadas. El silencio y ausencia de vida convertían aquellos parajes en algo fantasmal. Aunque debido al inaguantable calor, a Gregory la carretera le pareció el camino hacia el infierno. Quizás no estuviera del todo desencaminado.
Salió de su impecable SUBARU. No había zona de repostaje a la que acudir, ningún coche pasaría para socorrerlo, además su teléfono móvil no tenía nada de cobertura allí. Pero nada de esto le preocupó demasiado. Ya había llegado a su destino.
Las últimas semanas de Gregory habían transcurrido como si fueran una ensoñación. No podía pensar con claridad, como si no pudiera saber o recordar el tipo de persona que realmente era. Casi parecía que alguien controlaba su voluntad.
Todo empezó el día que recibió la llamada de Emily, su hija muerta. Además empezó a oír voces. Aquellas voces que le señalan el camino y le recriminaban incesantemente cada vez que se detenía o se apartaba del camino señalado. Desde entonces cogió su vehículo y emprendió su viaje hasta ese lugar perdido en mitad de ninguna parte, con el desierto extendiéndose hasta donde le llega la vista.
Cuando el vehículo se detuvo por falta de gasolina, Gregory supo que había llegado al lugar establecido. Las voces de su cabeza saltaron a hablar con su peculiar siseo, similar a la sonrisa de una hiena. Le avisaban de que estaba por el buen camino. “Sssisisisisisisis Aquí debes detenerte ssssisisisisis Vas por buen camino ssssiisisisisisss Ahora nos toca caminar ssssisisissisisisis” Cogió una botella de agua que llevaba y salió del vehículo. Ahora le tocaba caminar.
Pero no siguió el asfalto por ninguno de los sentidos de ida o vuelta. Sino que cruzó y se dirigió camino al árido paisaje. En su mente sólo había una idea fija. Ir en busca de su hija. “sssssisisisssisissis Ella esta cerca sssssisissisisisisis”
No podía recordar los detalles de la muerte de Emily. Sólo sabía que estaba muerta, por eso fue tan extraño oír su voz por teléfono. La conversación fue breve. Emily al otro lado de la línea le pedía entre sollozos que le ayudara, que fuera en su busca. Entonces el auricular que sujetaba Gregory sobre su oído cayó al suelo de linóleo verde del cuarto de estar. En ese momento cambió su vida, empezó a escuchar voces y se convirtió en el ser que es ahora. ¿O quizás fue antes? Quizás no cambió y siempre había sido así. Quizás desde siempre había oído aquellas voces. Lo cierto es que no lo sabía con seguridad, pero poco le importaba.
Ahora, lo único que importaba era ir en busca de Emily. Su hija muerta.
La caminata resultaba ser más larga y pesada de lo que las voces de su cabeza le aseguraban “sssisisisssisis Ella esta cerca sssisisisissssisisis Ella esta cerca ssssississisiss” El sol calentaba furioso. El sudor hacía rato que manaba de la frente y axilas de Gregory. Estaba cansado y empapado en sudor. No había muestras de destino próximo alguno. A su alrededor sólo había pequeñas plantas espinosas típicas de las zonas desérticas. Hacía ya mucho tiempo que había dejado atrás su coche y en todos lados que abarcaba su vista sólo podía ver el terrible desierto.
“sssisisisisisss Ella esta cerca sssisisississs Ella quiere verte sssisisissssisss” No recordaba como había muerto su tierna hija, pero a pesar de ello quería abrazarla y agradecer aquella segunda oportunidad.
“ssssisisisisiss Debes ayudarla sssisisisississs Debe obtener justicia ssssissisisisissss” Era cierto, a pesar de no recordar los detalles de su muerte era perfectamente consciente de que nunca se culpó a nadie de su muerte. Nunca hubo un proceso, ni un culpable.
Sus pasos eran cada vez más cansinos y fatigosos. Su boca estaba seca y la lengua estropajosa. Entonces recordó que en su mano sujetaba una botella de agua. Hasta entonces no había reparado en ella, y ni siquiera recordaba haberla cogido. Las voces de su cabeza volvieron a silbar “ssssisissississs Bebe sssisissississs Bebe sssisississsiss”
Destapó la botella con impaciencia. Se la llevó a la boca con ansia, pero cuando el líquido rozó sus labios un sabor salado inundó sus papilas gustativas. Escupió con fuerza el líquido y descubrió que no era agua. Era sangre. La sangre salió de la botella manchando la cara, camisa y pantalones de Gregory.
Gregory calló abatido de rodillas, empapado en sangre. Una sombra de recuerdo cruzó furtivamente por su mente, entonces empezó a sentir verdadero pánico. “sssissisisssisss Recuerda Gregory sssisisisisiss Recuerda sssissisississs” Sus ropas ensangrentadas, él de rodillas y el pánico en su cuerpo. El recuerdo de un fatídico día cruzó por su mente. El día de la muerte de su hija.
Entonces la sangre desapareció. A su alrededor se extendía la calma mas absoluta. ¿Era todo producto de su imaginación? No podía estar seguro. Permaneció un rato petrificado, de rodillas rodeado de la nada infinita. Creyó que iba a volverse loco, a perder la poca razón que le quedaba. Pero la imagen de Emily a tan sólo unos metros le alejó de sus pensamientos. Era Emily, estaba de espaldas, pero estaba seguro de que era Emily. Llevaba un vestido rojo como aquel día y en su mano sujetaba su muñeco favorito. Un payaso de trapo con sonrisa bobalicona que tanto adoraba Emily, y que repugnaba a Gregory de forma irracional.
¿Se trataba de un espejismo? no lo creía, parecía tan real. Siempre había imaginado los espejismos como imágenes vistas con un caleidoscopio. Pero no era una imagen distorsionada, sino real; demasiado real.
Sin pensárselo dos veces se levantó tan rápido como su estado le permitió y se abalanzó hacia su querida hija. Quería abrazarla, sentirla, comprobar que no era una cruel visión. La llamó dando gritos. Pero la niña pequeña no hizo síntomas de escucharle. Seguía con la misma postura, de espaldas, con el muñeco de trapo colgando de una mano.
Cuando llegó a donde ella estaba, la giró con la violencia propia de la desesperación. Era real, y era Emily. La niña lo miró con una extraña sonrisa en su cara y se abrazó a él. Gregory le devolvió el abrazo apretándola contra su cuerpo con todas sus fuerzas. No supo saber cuanto tiempo permanecieron en aquella postura, pero debió ser una eternidad. Cuando apartó de su pecho a la niña para poder besarla, le inundó el pánico y se apoderó de él una sensación de absoluta desesperación.
“sssississisissss Recuerda sssissssisssisss” Emily estaba destrozada, llena de sangre. La niña no era más que un saco deforme de huesos y carne muerta.
De nuevo Gregory estaba empapado de sangre. Volvió a recordar. Aquella situación ya la había vivido. Él de rodillas, lleno de sangre y el cuerpo de su hija maltrecho en sus brazos. “sssississisissss Recuerda sssissssisssisss Recuerda sssisisissisiss” La sangre corría del cuerpo de su hija y se extendía por todo el suelo hasta llegar al estúpido muñeco de trapo que estaba caído a corta distancia de la niña. El odio por ese estúpido payaso de trapo aumentó. Pagaría con él toda su frustración, estaba dispuesto a despedazarlo. Pero cuando se acercó, el muñeco, cobró vida. Su rostro mutó, convirtiéndose en el horroroso rostro que debe de tener la muerte.
La aberración se enfrentó a Gregory hablando con la familiar voz que escuchaba en su cabeza –sssisisissississs Tu la mataste sssissisississ Debe obtener justicia sssisisisisisisss La mataste sssisisisisisisis La mataste sssisisisssissss
Entonces todo quedó claro en su cabeza, comprendió que el engendro tenía razón. Tenía razón, la había matado.
Pitidos y sonidos de respiración artificial invadían la sala. Gregory entubado estaba rodeado de médicos y enfermeros frenéticos moviéndose de un lado a otro de la habitación.
–Su situación es crítica, pero parece que está reaccionando doctor, puede que lo traigamos de vuelta.
–Si, aunque creo que está luchando contra nosotros no creo que quiera vivir, tengo la sensación de que se ha rendido.
El doctor hablaba con conocimiento de causa. No era la primera vez que veía a su paciente. Apenas hacía un par de semanas había atendido a dos victimas de un accidente de tráfico. Una de ellas, era una niña que había salido disparada del vehículo por no llevar puesto el cinturón de seguridad. Murió en el acto. La otra víctima del siniestro era el paciente que atendían ahora de un intento de suicidio. El día del accidente tuvieron que arrancarle literalmente a su hija de sus brazos. Estaba en estado de shock y no paraba de repetir que había matado a su pequeña.
–Creo que lo estamos trayendo de vuelta–. Dijo el enfermero.
Las constantes vitales parecían normalizadas, los pitidos sonaron menos alterados y mas uniformes, el respirador seguía haciendo su función de forma rítmica, con su característico sonido: sssissssississs… ssssisisisssisisss.
Mientras, en el extraño mundo comatoso de Gregory, todo parecía haber mutado. Mejorado de algún modo. Ya no tenía tanto miedo, el paisaje había sido cambiado. Ya no estaba en el maldito desierto, sino en un paisaje mucho más amable y familiar. Se encontraban en Central Park y Emily corría y sonreía. Una vez se hubo alejado lo suficiente gritó: “te quiero papá”. Mientras le decía adiós con la mano.
En busca de Emily (T)
Perdón se me olvidó. Ya esta solucionado. Gracias por el aviso
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