Bajo la Oscuridad - T

 
 
 
Bajo la Oscuridad
 
Lo peor llegará cuando oscurezca, lo sé. En la oscuridad puede verme. No quiero imaginarme lo que hará conmigo si me encuentra. Seguramente me levantará en el aire con sus enormes garras, me despedazará a dentelladas con sus fauces llenas de dientes y me devorará sin compasión. Con suerte esta noche será como la anterior y no me encontrará, este escondite parece seguro. Aunque no sé si resistiré otra noche igual, muerto por los nervios, atenazado por el miedo, sabiendo que el monstruo duerme tan cerca de mí y que, en cualquier momento, podría mirar hacia donde yo me encuentro, y verme. Ése es el problema, durante el día los monstruos no pueden verme, la luz me hace invisible a sus ojos, pero en la oscuridad de la noche… todo cambia, entonces estoy completamente indefenso ante ellos.
 
 
Ya me lo advirtieron mis padres y mis abuelos, que jugar con los poderes para cambiar de dimensión heredados de mi familia era peligroso, porque corría el riesgo de quedarme atrapado entre los dos mundos. Por lo visto a varios miembros de mi familia les ocurrió lo mismo hace años ¡Qué imbécil he sido! Yo y mi espíritu explorador, quería conocer este otro mundo lleno de monstruos gigantes y paisajes extraños, tan cercano al nuestro, pero tan oculto a la mirada cotidiana de mi gente. Y ahora aquí estoy, muerto de frío y de hambre, escondido en este agujero lleno de artilugios extraños y repugnantes pelos de monstruo que se me enredan en las piernas y las manos. Pero mis padres y abuelos me lo aconsejaron, me dijeron que si alguna vez me ocurría esto buscara este lugar, y que me escondiera hasta que alguien viniese a rescatarme. Me dijeron que este sería el último lugar en que un monstruo miraría durante la noche, a pesar de estar tan cerca de ellos, en su misma guarida. Lo que no me contaron fue el terror que se siente al notar el temblor del suelo bajo los pasos de los gigantes, la inquietud al escuchar el bramido de su respiración mientras duermen, la angustia al percibir su fétido olor.
 
 
Ya oscurece. ¡No, no, no… no puede ser! Las sombras se van apoderando de todo aquí abajo. Pronto volverá el monstruo. Pero he de tener confianza, este escondite es bueno, eso me dijeron, aquí no me encontrará, no puede encontrarme, por favor, que no mire hacia este lugar. Si tan sólo pudiera sacar de aquí esta caja llena de extraños objetos, me ponen aún más nervioso. Algunos se parecen a nosotros, al menos tienen el mismo tamaño y aspecto que yo, la piel oscura y llena de escamas, los ojos grandes y amarillos. Me aterroriza la idea de que a los monstruos les guste jugar con ellos, simulando que nos manipulan a su antojo. Otros objetos se parecen a ellos mismos, otros se parecen a los vehículos que vi en el exterior y que utilizan para desplazarse endiabladamente rápido de un lugar a otro. Otros no se parecen a nada que yo haya visto nunca. Me inquieta especialmente uno, está hecho de trapo y se parece a un gigante, pero le han pintado la cara de blanco y alrededor de los ojos le han dibujado estrellas de color rojo, lleva una especie de disfraz de colores muy llamativos, un sombrero ridículo y una flor enorme sobre el pecho. Estas criaturas son realmente crueles, ¿cómo puede divertirles algo así?
 
 
¡Ya viene! Siento el temblor en el suelo. Aquí está de nuevo, ya ha entrado en la habitación, veo sus enormes patas desde mi escondite. Enciende la luz, esa luz artificial que ellos tienen. Le acompaña un gigante adulto, aún más grande y de aspecto aún más fiero. Me apretaré bien contra la pared del rincón, la siento cálida porque mi sangre está helada. Ya percibo su olor, es nauseabundo. La cría del monstruo se ha tumbado en su lecho, justo por encima de mí. Oigo el sonido metálico de los muelles, el crujir de las maderas sobre mi cabeza. El gigante adulto le habla a su cría en un idioma incomprensible, dice cosas como “No te preocupes e intenta dormir”, y “Lo que oíste anoche debió ser el viento”. El adulto apaga la luz y se marcha. La oscuridad me envuelve y no puedo dejar de temblar.
 
 
Ahora estoy solo con el monstruo, le siento moverse sobre su lecho. No me atrevo ni a mover un dedo para no llamar su atención. Realmente no hay ningún motivo para que mire aquí abajo durante la noche, y yo no pienso darle una excusa haciendo algún ruido. Parece que se ha quedado dormido, su respiración parece haberse pausado. Menos mal, parece que podré descansar un poco, anoche los nervios y el miedo estuvieron a punto de traicionarme delatando mi escondrijo. Pero… ¿pero qué demonios es eso que se arrastra por el suelo? No puedo verlo bien bajo esta oscuridad, parece… una… ¡araña! ¡Es tan grande como mi cabeza, tengo que salir de aquí! ¡Oh, no! He chocado contra la caja de los juguetes del monstruo. El ruido… ¡Se ha despertado, le oigo moverse! ¡Se está inclinando para mirar bajo la cama! Ya veo su rubio flequillo, su frente… ¡Va a verme! ¡Y cuando me vea aullará y después me devorará! Ahí están, sus ojos, me ha visto… ¡Aaaahhhhhhhh!