CF: LA REBELIÓN DE LOS GRISES

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Pigmalion
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CF: LA REBELIÓN DE LOS GRISES
 

— ¿Éstos son los hombres? —preguntó el nuevo tripulante a Quay, el médico de la expedición gris, observando el monitor amurado.
— Ajá.
— Son unos organismos interesantes —dijo el joven, fijando sus rasgados ojos en los de una niña que jugaba con una muñeca de trapo.
— Que no te engañe su apariencia —murmuró Quay—. Es la raza más bárbara que he conocido en mis cuatrocientos años de experiencia como cirujano de formas elementales de vida.
— ¿Saben de nuestra existencia?
El médico asintió con la cabeza.
— Nos llaman “grises” —Quay soltó un gritito carente de emoción—. Supongo que esto tiene mucho que ver —dijo, pellizcando la ajustada tela de su mono.
El uniforme de la federación era, a menudo, confundido por los terrícolas con su piel, y debían proteger sus ojos con antiparras especialmente diseñadas para detener los dañinos rayos cósmicos. De otro modo, los órganos visuales que en Polstoh 4897, su planeta natal, servían para escrutar los oscuros rincones de las madrigueras artificiales donde eran criados por una sofisticada súper computadora, enceguecerían por completo.
— ¿Grises? —El nuevo oficial se preguntó si los humanos viajarían desnudos en las retrógradas naves espaciales que ahora veía en la pantalla—. ¿Qué pensarán? ¿Que somos ignorantes simios como ellos?
El gris, llamado C.I.P.E.R.E. (Criatura Inteligente Para El Reconocimiento del Espacio), era una raza creada por Seres Superiores para la exploración del universo, manipulada genéticamente para el seguimiento de las colonias experimentales de especímenes dispersos en lo profundo del cosmos. Carentes de emociones y de instintos animales, eran perfectos para cumplir esa misión.
— “Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios”, suelen decir los hombres —explicó Quay—. O sea, y me avergüenza admitirlo, compartimos algunos genes con ellos.
— Es inconcebible…
— Pero, cierto —consintió el científico—. De otro modo, habría sido imposible hallar una especie similar a la nuestra en el universo. Mira sino los seres del mundo que acabamos de visitar; se alimentan de ácido sulfúrico y excretan agua, altamente tóxica para ellos —Quay caminó por el corredor de la nave y su discípulo le siguió en silencio—. Sucede que la Humanidad no evolucionó como se esperaba. Y, desde hace un tiempo, debemos mantenerla bajo vigilancia, a fin de que no acabe autoaniquilándose.
Ahora, sin embargo, el objetivo de estos C.I.P.E.R.E. era muy diferente. El comandante Hanw departía con sus subordinados.
— Debemos cumplir la misión de inmediato —dijo, con seriedad.
— ¿En qué consiste esa misión, señor? —preguntó mentalmente Gubt, el segundo abordo.
Los grises se comunicaban telepáticamente. Con el transcurrir de los milenios, su boca se había degenerado al punto de convertirse en una pequeña ranura en la que sólo cabía la pajilla de alimentación.
— En abatir la nave de Sgok —respondió, poniéndose en marcha hacia la sala de control. Los suboficiales le siguieron.
— Pero, señor, nuestra ley lo prohíbe —terció Quay.
— Lo sé, doctor. Pero, no tenemos otra alternativa. Son órdenes directas del Señor Kam. Él cree que es la única salida.
El Señor Kam, una de las autoridades máximas del Cosmos, constituía el “Sagrado Trío de Luz”, Triunvirato que gobernaba el Sublime Universo Más Allá de las Estrellas, donde moraban los Seres Superiores. Como Creador, la palabra de Kam era sagrada, incuestionable.
— Señor Gubt: ponga rumbo a la Tierra.
— Rumbo a la Tierra —repitió el segundo abordo, manipulando controles sobre un tablero metálico—. Penetrando AG—25986.
El AG—25986 constituía uno de los millones de atajos espacio-temporales que los grises utilizaban para recorrer grandes distancias. Éste en particular desembocaba a sólo diez mil millones de kilómetros de la Tierra, al borde del Sistema Solar.
Pronto, una esfera azul se dibujó en la pantalla principal.
— Proceda con rastreo molecular —ordenó el comandante—. Y active camuflaje iónico.
— Rastreo molecular en curso. Camuflaje iónico activado.
El rastreo molecular permitía localizar el platillo gris y el camuflaje iónico que rodeaba a su propia nave, la hacía invisible. Pasaron doce minutos para que los radares ubicaran la nave de Sgok.
— ¿Qué actividades realiza? —preguntó Hanw.
— Seguimiento de rutina a las fuerzas armadas estadounidenses, señor —respondió el operador de radar.
— Bien. Al menos cumple con su deber. Esperaremos a que termine.
Luego de la sesión de absorción alimentaria, y que no fue todo lo relajada como requerían los procedimientos, el oficial a cargo del rastreador, llamó a Hanw al puente de mando. El oficial aprendiz se acercó al médico y dijo:
— Doctor, no comprendo por qué debemos exterminarlos. ¡Son nuestros hermanos!
Quay apartó al joven. Los pensamientos de la tripulación estaban puestos en el inminente ataque y no interceptarían sus mentes.
— Sucede que, después de siglos de ciega obediencia al Venerable Trío de Luz, el comandante Sgok ha osado infringir las Sagradas Leyes.
El joven meneó el enorme cráneo lampiño en un gesto de desconcierto.
— Inexplicablemente, algunos de nosotros sufrieron una repentina involución. Desprecian el valioso wartks, para alimentarse de… —Quay reprimió una arcada.
El wartks era un polvo orgánico-mineral que, disuelto en agua altamente purificada, se transformaba en un caldo espeso, rico en nutrientes, y que permitía a los grises vivir por siglos.
— Tal parece que Sgok optó por otra alternativa alimentaria que le brindara vida eterna, en vez de someterse a la Voluntad Divina —explicó en tono confidencial el cirujano—. Ya nuestros nutricionistas habían probado obtener wartks del plancton que abunda en los océanos terrestres, en el caso de que nos quedásemos sin provisiones en la Tierra. El sumo obtenido se parecía mucho en valor nutritivo a nuestro wartks, pero a Sgok le pareció insípido.
— ¿Insípido, señor?
— Así es. Los humanos poseen un sentido al que denominan “gusto”, mediante el cual juzgan sus alimentos por su “sabor” y no por su valor nutritivo.
Los grises carecen de lengua tal como el hombre la conoce; sólo se trata de una delgada lámina gelatinosa que les permite deglutir líquidos.
— Hace poco —continuó Quay—, el grupo rebelde comandado por Sgok logró implantarse papilas gustativas de animales terrestres; en forma clandestina, desde luego.
El aprendiz ahogó una exclamación de asombro.
— Esto no es nada. Ahora, no sólo secuestra y mata animales para realizar esta absurda intervención quirúrgica a quien se una a su secta, sino que bebe la sangre de sus víctimas en lo que Sgok llama “éxtasis sensitivo”. Él asegura que dará vida eterna a quien la beba, al menos una vez al mes.
Todo iba bien para Sgok hasta que los Seres Superiores se enteraron. Ellos siempre se enteran. Si bien están ocupados en innumerables asuntos, cuentan con extra-sentidos que les permiten intuir sucesos presentes o pasados en cualquier rincón del universo. Y vieron a los C.I.P.E.R.E. insubordinados en plena faena. Sgok había desobedecido el principal mandato de un enviado estelar, “no dañarás a ningún ser vivo, aunque represente una amenaza para tu integridad”. Paralizaba a sus víctimas y les extraía toda su sangre. También extirpaban ciertas partes del cadáver, tales como labios y lengua, glándulas mamarias o el anillo anal para preparar un espeso licuado.
Para los escandalizados Seres Superiores, dicha práctica se trataba de una aberración que debía castigarse con la pena capital. Y ésta era la misión asignada al comandante Hanw. Si bien los grises habían sido creados para cumplir una delicada tarea, éstos no habían podido erradicar por completo su raíz animal, puesto que la bestialidad anidaba muy dentro de ellos, en su ADN.
— La nave se encuentra a trescientos metros de altitud, sobre zona desértica. No tardará en descender para aprovisionarse de energía auxiliar.
— Bien —asintió Hanw—. Alisten el funde-roca.
El funde-roca consistía en un cañón  de plasma y que podía penetrar hasta el duro casco de sus naves, cortándolas como un cuchillo caliente a un pan de manteca.
— Debemos aprovechar cuando desactive su campo de fuerza para aprovisionarse y antes de que se acerque demasiado a las líneas de tensión. En ese instante, dispararemos. Una vez derribada la nave, la vaporizaremos.
El problema principal era que, para llevar a cabo su plan, Hanw también debía desactivar su escudo protector, tornando su nave visible, no sólo para los humanos sino para el blanco. El disparo debía ser inmediato y certero, si no quería caer víctima de su propio juego.
— Señor, Sgok anuló su campo de energía.
— Desactive el nuestro.
En ese instante, la nave de Sgok realizó una maniobra inesperada. Se ubicó sobre la cúpula del platillo de Hanw, lejos del alcance del funde-roca, y le envió un mensaje a su colega.
— Hanw, no sabía que estabas aquí. Pensé que sólo yo tenía asignado este cuadrante.
— Hola, Sgok —saludó con un dejo de tristeza el comandante, al tiempo que asentía a su segundo para que abriese fuego.
Fue demasiado tarde. Sgok había activado su escudo. El rebelde no esperó un segundo más y disparó. Hanw imaginó que sucedería eso, pero no fue lo suficientemente veloz como para ordenar el armado del campo y el haz de plasma alcanzó el borde de la torreta.
— Señor Gubt. Informe daños —sopló, mientras el timonel trataba de dominar el platillo.
— Sólo fue un rasguño, señor. Sin embargo, no podremos pasar a velocidad de la luz, y, menos aún, eludir por mucho tiempo el contraataque del comandante Sgok.
— Disminuya altitud a cincuenta metros y diríjase a la ciudad más cercana. Si queda algo de C.I.P.E.R.E. en su interior, y espero que sea así, no osará atacarnos —susurró Hanw.
La nave de Sgok siguió a su par, como un divertido gato a un ratón herido de muerte.
— Señor. La nave atacante desapareció —informó Gubt.
— Atento Sgok. Sgok, respóndeme, por favor. Sé que sigues aquí —dijo Hanw.
— Comandante —llamó el oficial de radar—. Nos acercamos a un poblado. Debemos pasar a invisibilidad.
— Imposible —terció Gubt—. El generador de pulsos quedó inutilizado. Intentaré poner en marcha el motor auxiliar.
— No podemos permitir que los humanos nos vean. Sgok, en nombre del Sagrado Trío de Luz, ayúdanos.
— Demasiado tarde —replicó una apenada voz dentro de su cabeza.
— ¿Qué… harás? —chilló Hanw.
— Lo que debí de haber hecho desde un comienzo. Recuerda la solemne promesa hecha a los Grandes Maestros: “De ningún modo permitirás que el hombre capture una de nuestras naves, aún a costa de vuestra propia vida”.
— ¡Espera! ¡Todavía podemos salvarnos!
— Lo siento. Tampoco disponemos de suficiente wartks. Y no querrás que recurramos al repudiable acto de vampirismo. ¿O sí? —el rebelde rió—. Que el Sagrado Trío de Luz os acoja en su seno.
De repente, el escudo de la nave averiada pareció recuperarse, en el momento en que, de la nada, brotó un cegador rayo que incidió en el centro del campo electromagnético, débil todavía. Una décima de segundo después, la nave estalló.
— ¡Yejon! —gruñó Sgok a su subordinado—. Informe daños al blanco.
— Ochenta por ciento, señor.
— ¿Sobrevivientes?
El gris consultó su pantalla.
— Cuatro; con quemaduras serias. Además, la atmósfera no es la adecuada. ¿Vamos por ellos, señor?
Sgok sonrió con su diminuta boquita.
— ¡Paaq!
— Ordene, mi comandante.
— Pónganos sobre la nave abatida.
— Sobre la nave, señor.
— Yejon, vaporice a esos condenados.
— Pe… pero, señor.
— ¿Osa cuestionar mis órdenes?
El segundo de la nave rebelde meneó la cabeza con evidente turbación. Jamás había matado a ninguna criatura.
— Señor —gritó un oficial desde otro tablero—. Aviones militares terrícolas vienen a nuestro encuentro.
Sgok ahogó una maldición.
— Active invisibilidad.
— Invisibilidad activada.
— ¿Qué hacen? —preguntó el aprendiz, consultando la pantalla que mostraba hombres rodeando la nave extraterrestre.
— Recogen los restos —masculló el comandante—. Ya no podremos acabar con ellos sin que se vea comprometida nuestra presencia. Paaq: Informe coordenadas de la caída.
— 33 grados 23 minutos, latitud norte, 104 grados, 31 minutos longitud oeste, de acuerdo al patrón humano, señor.
— ¿Qué pueblo es ése?
El oficial consultó los mapas de abordo.
— Le llaman Roswell, Nuevo México, Estados Unidos, señor.
— ¿Roswell, eh? Los hombres olvidarán el incidente en unos días, os lo aseguro —masculló Sgok esbozando una maliciosa sonrisa—. Ahora, vámonos a casa.
 

Pigmalion

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

 Bienvenido/a, Pigmalión

Participas en la categoría de Ciencia Ficción

Recuerda que si quieres optar al premio del público o a su selección debes votar al menos una vez (punto 9 de las bases).

En este hilo te pueden dejar comentarios todos los pobladores. Te animamos a que comentes los demás relatos presentados.

Si tienes alguna duda o sugerencia, acude al hilo de FAQ´S y en caso de que no encuentres respuesta puedes señalarla en el post correspondiente.

 

 

 

 

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Victor Mancha
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 1798

¡Hola a todos!
Me gustaría que emitan su opinión acerca de “La Rebelión de los Grises”, mi relato de ciencia—ficción. Es importante para mí. Pueden leerlo en
http://www.ociozero.com/foro/17727/cf-la-rebelion-de-los-grises
¡Gracias y mucha suerte en el concurso!

No te ofendas, pero podrías cortarte un pelo y no poner este post en CADA hilo de cada relato. Entiendo que quieras que la gente lea y opine sobre tu relato, pero hay formas mas elegantes y educadas de hacerlo, sin tener que ir spameando por todo el subforo. A mí, por lo pronto, se me han quitado las ganas de leerme y opinar sobre tu relato. Un relato que ademas, apenas si lleva tres días colgado en el foro. La paciencia es una virtud, te lo digo de buen rollo.

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SergiusIV
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Poblador desde: 14/09/2010
Puntos: 14

Gracias por tu opinión, sobre tu cuento puedo decir que me gustó mucho el final sobretodo cuando mencioans las coordenadas y en nombre del lugar en donde se encuantran en la tierra. Felicidades y suerte

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Pigmalion
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Poblador desde: 15/09/2010
Puntos: 59

Gracias a ti, Sergius, y suerte con lo tuyo!!

 

 

Pigmalion

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Alev
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Poblador desde: 09/09/2010
Puntos: 94

 El relato, en términos generales, es bueno, sin embargo, creo que hay problemas cuando, por momentos, el lector se siente en una clase de biología, es decir: Hay demasiadas explicaciones sobre la naturaleza anatómica de los personajes, sobre lo que la evolución hizo de ellos y otras cosas, algo que puede llegar a ser tedioso.  Hay que remitirse a autores como Isaac Asimov, que lograban explicar todo el contexto, sin ser tan académicos.

Coincido con que el final es muy bueno, y me gusta el discurso política que encierra el cuento, sin ser demasiado evidente.

Lo disfruté, eso es lo más importante.

 

 

"Los fantasmas son reales, los monstruos también, viven dentro de nosotros, y algunas veces... ellos ganan.." Stephen King

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Pigmalion
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Poblador desde: 15/09/2010
Puntos: 59

Gracias, Alev. Tendré en cuenta tus sugerencias. Aunque no creas, son muy valiosas para mí. Un abrazo y gracias por detenerte en mi relato.

Pigmalion

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mawser
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Poblador desde: 17/07/2009
Puntos: 253

Curioso relato, quizás demasiado descriptivo tal y como comenta el compañero Alev, aunque sin duda bien escrito. Además el final le da un toque que redondea la historia.

https://www.facebook.com/La-Logia-del-Gato-304717446537583

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Pigmalion
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Poblador desde: 15/09/2010
Puntos: 59

Gracias, Mawser, por tomarte las molestias de leer mi relato y, además, de comentarlo.

Tendré en cuenta todas las críticas a la hora de someterlo a una nueva revisión.

Muchas gracias de nuevo!!!

Pigmalion

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