(T) La pared

La pared.
 
Las paredes son blancas. Ali dice que no; que son verdes. Pero yo las sigo viendo blancas. Ayer soñé – ¿o quizás fue antes de ayer? – que había una mancha negra en la pared. Al cabo de un rato, la mancha empezó a hacerse más y más grande, hasta que se convirtió en un agujero. Entonces me daba cuenta de que la pared eran personas. Muchas personas. Hombres, mujeres, niños... todos vestidos de blanco, con los cabellos pintados de blanco y la cara como si se hubieran puesto polvos de talco. Andaban de un lado a otro de la pared, mirándome con aquellos ojos pálidos... pero cuando pasaban por el delante del agujero entraban y caían por un vacío tan negro como la habitación cuando tiene las luces cerradas.
Ali dice que no lo he soñado. Dice que al mundo normal, fuera de la habitación, las personas caen a menudo en agujeros vacíos. Dice, que su mujer y su hija cayeron en un agujero de estos... Siempre que habla de este tipo de cosas me entran ganas de pegarle un puñetazo... lo haría si las mangas del “uniforme” que nos obligan a ponernos no nos hicieran tener los brazos cruzados alrededor del cuerpo.
Hoy he vuelto a discutir con Ali, esta vez sobre las luces. Él dice que las luces se oscurecen. Que las “voces” que están siempre con nosotros, apagan las luces para poder raptarlo d’escondidas y hacerle daño, pero yo no lo creo. No lo creo, porque ellas, lo que quieren, es ayudarnos. Cuando viene Jose, nuestro cuidador que nos trae la comida, las “voces” me dicen que mastique despacio y que trague bien para hacer mejor la digestión. Pero Ali dice que a él las voces le dicen que coma los trozos más gordos y así se ahogue, pero yo no lo creo. Porque las “voces” son buenas, porque no hacen daño.
Jose hoy está raro. Tras desengancharnos la camiseta porque pudiéramos comer, se ha pasado todo el rato despistado con la mirada perdida, en vez de vigilar cómo comíamos, como hace siempre. Le he preguntado qué le pasa, pero no me ha respondido. Sólo nos ha dicho que no intentáramos salir de la habitación y se ha marchado cerrando la puerta con llave detrás de él.
Ali ha cogido la cuchara y, utilizándola de catapulta, me ha lanzado puré en la cara. Me he limpiado fastidiado. Ali me dice que Jose debe tener problemas con su familia y que por eso está extraño. Dice que él también había tenido problemas con su mujer y su hija. Le pregunto dónde están ahora, y él me repite que cayeron por un agujero negro… pero después me cuenta que, cuando cayeron, él les lanzó tierra por encima, mientras lloraban, porque no pudieran salir. Después de eso Ali no ha dicho nada más, y yo he seguido comiendo.
Entonces he visto que Ali cogía el cuchillo con el que había pelado la mandarina de los postres, se ha levantado y ha empezado a andar hacia mí con una cara muy seria. Se me ha tirado encima y hemos empezado a forcejear.
-                                 ¿Por qué...? – he empezado a preguntar, haciendo esfuerzos por apartar el cuchillo.
-                                 No tendría que habértelo dicho – me ha contestado Ali.
Nos hemos peleado a golpes durante unos instantes hasta que... “CHAK!!” Las paredes blancas han quedado salpicadas con la sangre de Ali. Jose ha entrado de golpe y, al ver lo que ha pasado, ha vuelto a cerrar la puerta, aterrizado, y ha marchado corriendo para pedir ayuda.
Mientras escuchaba el ruido que s’iba formando a l’exterior de l’habitación, las personas blancas de la pared (que también iban armadas con cuchillos) han empezado a cortar el cuerpo de Ali y a comerlo. La carne cruda bajaba todavía caliente por mi garganta junto con la sangre y me provocaba una sensación enorme de bienestar.
Entonces he visto la mujer y la hija de Ali; me sonreían desde el agujero y me saludaban con la mano. La puerta se ha abierto de golpe y han entrado en la habitación, Jose y una muchedumbre de soldados armados con porras y pistolas horrorizados por el panorama. Me he levantado con la boca llena de sangre y pedacitos de carne de Ali y he sonreído.
-                                 ¿Verdad que me he portado bien, Jose? ¡No he salido en ningún momento de l’habitación mientras tú no estabas!
Jose ha puesto los ojos en blanco y se ha desmayado. Uno de los policías se me ha acercado, me ha dado un golpe a la cabeza con la porra y ya no he visto ni he sentido nada más hasta ahora (bien, excepto las “voces”, que estas siempre están ahí).
He despertado en una habitación nueva para mí solito. ¡¡Las paredes d’esta habitación sí que son verdes!! Me pregunto de qué color las vería Ali...