VENGANZA DE GÉNERO
En la comisaría del pueblo:
—¿Y dice que Luis lleva dos días sin aparecer por casa?
—Rarísimo señor comisario, si nunca antes, en quince años que llevamos de casados, había faltado una sola noche.
—Pues es el caso es que tampoco la veo muy preocupada Doña Silvia.
—¿Preocupada? —Ríe ella entre dientes—. Ojalá no vuelva nunca el maldito majadero. Bebía y me pegaba casi todos los días. ¿No lo sabía señor comisario?
—… No, no, claro que no lo sabía doña Silvia —Maldisimula éste—. Esas cosas se denuncian…
—¿Para qué señor comisario? -Corta ella-. ¿Para que me pegara más fuerte todavía?…
Dos días antes, en la ciudad:
Él despierta. Todo está oscuro, muy oscuro y, además, no puedo moverse. Está atado se percata entonces, aunque puede notar su cuerpo colocado en una posición vertical.
«¿Dónde estoy? Creo que me han drogado y secuestrado. ¿Pero por qué? ¿Qué he hecho?» —Se pregunta asustado.
Una pantalla de cine destella al frente violando la profunda negrura. Comienza la reproducción de un vídeo.
«¡Un momento! ¡Si soy yo!»
PLAY ►
Luis recorre el apartamento con evidentes síntomas de enfado y embriaguez. Entra en la cocina, allí se encuentra Silvia, su mujer. A ésta, nada mas ver a Luis, se le dibuja un crónico miedo en la cara. Intuye que ha hecho algo mal.
—¡Pero has visto qué mancha tiene mi chaqueta favorita! ¡Esta tarde tengo una reunión con el jefe y la tengo hecha una mierda! —Dice, y le obsequia con un humillante bofetón en plena cara, sólo uno más a sumar de la larga colección—. Para después de comer la quiero bien limpia mujer.
STOP ■
La sala se ilumina. Una mujer está situada tras un atril agarrando el micrófono del estrado.
Aplausos.
—Gracias… gracias de verdad compañeras. El de hoy es un día grande, nuestra Gorgona, Silvia, ha decidido no volver a llorar más. ¡Quiere convertirse en Medusa!
Muchos más aplausos.
Silvia sube al estrado nerviosa y golpea suavemente el micro con el índice. Está llorando, llorando de emoción.
—¡Quiero ser Medusa! —chilla, y los aplausos de sus compañeras se transforman en un griterío de júbilo que inunda por completo la sala de ecos.
Luis tiene miedo, no entiende lo que pasa. Con la irrupción de la luz ha descubierto que se encuentra encerrado en una pequeña jaula de cristal bastante más alta que él. Abierta únicamente en su punto superior, atado al único poste que parte del suelo de su prisión transparente.
Sigue situado frente a la pantalla que cuelga de una pared. Allí, la imagen se ha quedado congelada en un eterno tortazo. No puede ver a nadie, pero ha escuchado a su mujer y a las demás zorras por ahí. Parece que están a su espalda.
Sin previo aviso, la plataforma de la prisión gira media vuelta para acabar dejándolo detenido en un insano cara a cara con su mujer.
—¡No quiero volver a llorar! ¡Quiero ser una Medusa! —Escupe Silvia a la cara de Luis. Sólo el cristal impide que el esputo le impacte realmente.
Es la hora. Del techo aparece una densa lluvia grisácea que se cuela por el hueco abierto del cubo cristalino. El hormigón no deja de caer hasta que todo Luis desparece de la vista.
Gritos y aplausos conjuntan una ovación de rotundo gozo. Silvia sonríe, y una alegría generalizada casi desborda el salón de actos del centro cívico. Luis ya no generará más sufrimiento. Es piedra.
EL CLUB DE LAS GORGONAS
Si eres una víctima de la violencia machista, ponte en contacto con nosotras. Te ayudaremos a superar el problema.
quenollorenlasgorgonas@gmail.com
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Alguno pensará que este relato ficticio no acaba de encajar en el género de terror. Yo sólo le propongo una cosa, que le pregunte a Silvia a ver que significa para ella el terror absoluto.
Hola Patapalo.
Quisiera centrar el título y el texto que aparece dentro de la cita, pero no me sale.
Gracias.
http://www.jorgeasteguieta.es.tl