La puerta del armario (T)

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Gandalf
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 -... y vivieron felices y comieron perdices -dijo la mujer, y cerró el libro de cuentos que sostenía delicadamente con ambas manos.

Estaba sentada a los pies de una cama pequeña, cubierta con una colcha roja y con divertidos dibujos de Disney. Arropado en el lecho, yacía un niño de unos siete años que miraba embelesado el libro de cuentos. La mujer se levantó y miró cariñosamente al niño.
 
-Bien, Damián, ahora es hora de dormir -dijo la mujer-, que mañana tienes que ir al colegio. Buenas noches, cariño.
 
Se inclinó sobre el niño y le besó tiernamente la frente. Se alejó hacia la puerta y, cuando posó la mano sobre el interruptor de la luz, el niño habló.
 
-Por favor, mamá -dijo-, ¿puedes cerrar la puerta del armario?
-Claro, cariño -respondió su madre con una dulce sonrisa.
 
La mujer echó la puerta del mueble y, después de apagar la luz de la lámpara que colgaba del techo, cerró la puerta del cuarto. Damián oyó los pasos de su madre alejándose por el pasillo y cerró los ojos, dispuesto a dormir. Sin embargo, parecía que el sueño se resistía a hacer su presencia. Sin saber muy bien por qué, se sentía intranquilo. Al abrir los ojos y verse rodeado de oscuridad, la intranquilidad se acentuó hasta convertirse en miedo.
 
Pasado un rato, oyó un sonido agudo, semejante al de una puerta al abrirse. Su respiración se aceleró, y era tanto el miedo que sentía, que encendió la luz de la mesilla, junto a su cama. Estudió con atención su habitación,  sólo para descubrir que la puerta del armario estaba abierta. Se le cortó el aliento de golpe. Había visto a su madre cerrarla. Saltó de la cama y corrió hacia la puerta de salida, vigilando que nada saliese del armario. Galopó por el pasillo hacia la habitación de sus padres, que se mostraron extrañados cuando irrumpió en el cuarto.
 
-¿Qué ocurre, cariño? -preguntó su madre. Parecía preocupada.
-Hay un monstruo en el armario -respondió Damián, entrecortadamente.
-Vamos, campeón -replicó su padre-. Sabes muy bien que los monstruos no existen.
-Pero mamá había cerrado la puerta -dijo Damián-. Y se ha abierto...
-Pues la habrá cerrado mal -dijo su padre-. Sofía, ¿pusiste el pestillo al armario?
-No -confesó la mujer-, pero sinceramente pensaba que aguantaría.
-No pasa nada. Seguramente, de alguna manera entró una corriente de aire y la puerta cedió. Venga, campeón. Volvamos a tu habitación y cerremos ese condenado armario.
 
El hombre se levantó y cogió de la mano a su hijo. Juntos recorrieron el pasillo de regreso al cuarto del niño. El padre de Damián cerró el armario y se aseguró de que el pestillo estuviese echado. Una vez hecho esto, esperó a que su hijo se metiese en la cama para arroparle. Después de darle un beso en la mejilla y desearle buenas noches, apagó la luz y cerró la puerta.
 
Damián cerró los ojos, intentando dormir. Estaba un poco más tranquilo, pero todavía tenía cierto recelo. Dio unas cuantas vueltas en la cama, intentó todas las posturas habidas y por haber, pero no conseguía conciliar el sueño. Entonces, volvió a escuchar el chirrido. Pero esta vez vino acompañado de un burbujeo que se le antojó como una risa contenida. El niño se incorporó rápidamente y llamó a gritos a su madre.
 
-¡Mamá! ¡Mamá! -gritaba con desesperación, mientras intentaba vislumbrar algo en la oscuridad imperante.
 
Se oyeron unos pasos que se acercaban rápidamente a la habitación. Los padres del niño entraron atropelladamente en el cuarto. Sofía corrió hacia Damián, mientras que su marido miraba extrañado el armario. Ambos parecían preocupados. Sofía abrazó a su hijo y le pasó una mano por el pelo.
 
-¿Qué te pasa, cariño? -preguntó-. ¿Te encuentras bien?
-Hay un monstruo en el armario -repitió el niño-. Ha abierto el armario, y se ha reído.
-Tranquilo, campeón -dijo su padre-. Los monstruos no existen. He examinado el armario, y resulta que el pestillo está flojo. Estoy convencido de que se abre por culpa de una corriente de aire.
 
Se rascó pensativamente la barbilla mientras estudiaba el dormitorio. Se acercó a la ventana y descorrió las cortinas. Efectivamente, sus sospechas se vieron confirmadas. La ventana estaba abierta, tan sólo una pequeña rendija, pero lo suficiente para que el fuerte viento que soplaba fuera entrara. El hombre la cerró y se acercó a su atemorizado hijo. Sofía todavía lo sostenía y le susurraba al oído palabras tranquilizadoras. Miró el pálido rostro del niño, y una punzada de compasión se apoderó de él. Sabía exactamente por lo que pasaba el chiquillo. Cuando él era pequeño, también creía que un monstruo habitaba en su armario, y muchas noches habían sido un auténtico suplicio. También creía haber escuchado una risa contenida dentro del armario, pero con los años comprendió que todo era fruto de su imaginación. En general, era algo que no le gustaba recordar, y aún hoy sentía escalofríos cuando pensaba en ello. Entonces, recordó un truco que siempre le había funcionado.
 
-Te diré lo que haremos, hijo mío -dijo-. Observa bien.
 
El hombre cogió una silla y la colocó enfrente del armario. Rebuscó en el baúl de juguetes de Damián hasta que encontró un osito de peluche. Lo sentó en el asiento de la silla, mirando hacia la puerta del ropero. Abrió la entrada del mueble y miró su interior. Fingió entonces rebuscar dentro, sacudiendo la ropa, y luego miró a su hijo sonriendo con confianza.
 
-¿Lo ves, Damián? -dijo-. Aquí no hay nada. Los monstruos no existen.
-Pero oí una risa -protestó el niño-. Aunque sonaba también como ese ruido tan raro que hacen las palomas.
-Eso seguramente fue fruto de tu imaginación -contestó su padre, aunque no pudo evitar que un escalofrío le recorriese la columna ante lo que consideraba una curiosa coincidencia. La risa que escuchaba de niño dentro del armario, también le recordaba a un gorgoteo-. Los monstruos no existen. Nada te puede hacer daño en esta habitación, pero si aún así temes que algo salga del armario, entonces te presento a tu guardián.
 
El padre de Damián señaló al oso de peluche, que parecía vigilar la entrada del ropero. El chaval siguió la mirada del hombre y se quedó mirándolo con la boca abierta. El hombre miró al niño y sonrió con dulzura.
 
-Ése es tu guardián -dijo-. Mientras él esté vigilando, no correrás ningún riesgo. Se encargará de que nada pueda salir del armario, y si lo intenta, lo matará. Ahora intenta dormir. Ahora que estás tan protegido podrás hacerlo, ¿verdad?
-Sí, supongo -dijo Damián, no muy seguro-. Sólo quería pedirte una cosa más. Déjame tener encendida la luz de la mesilla. Por favor, sólo por esta noche.
-Está bien -accedió su padre tras unos segundos de duda-. Sólo por esta noche. Ahora duérmete, que ya es tarde.
 
El niño parecía mucho más animado, así que rápidamente se metió en la cama y se dejó arropar por su madre. Sus padres le besaron tiernamente y abandonaron el dormitorio. Miró un momento al armario, vigilado por su oso de peluche, ahora visibles gracias a la tenue luz de la lámpara de la mesilla, y se sintió tremendamente aliviado. Cerró los ojos, aunque en ese momento no pasó mucho tiempo para que se quedase dormido. Pronto, Damián empezó a emitir unos suaves y relajantes ronquidos, y la expresión de su rostro se suavizó.
 
Pasados unos minutos, la puerta del armario volvió a emitir un chirrido, pero esta vez Damián no se dio cuenta. Estaba tan profundamente dormido que no vio cómo la puerta se abría hacia fuera. Una garra de escamas de color verde oscuro, terminadas en unas uñas negras y largas, salió del ropero y se posó en la superficie de madera de la puerta. Una risa contenida, semejante a un gorgoteo, surgió del interior del armario.

Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir.

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 Bienvenido/a, Gandalf

Participas en la categoría de Terror.

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...(...) "y porque era el alma mía, alma de las mariposas" R.D.

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Un relato bien descrito, aunque he echado de menos un final con más garra (permítaseme el chiste fácil), más sorpresivo. Aún así corre bien, y es una buena aproximación a los terrores infantiles.

https://www.facebook.com/La-Logia-del-Gato-304717446537583

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 Gracias por el comentario, me alegro que te haya gustado 

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Rayco González
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Me ha gustado... No hay sorpresa, cierto, pero el relato se desarrolla en una especie de fábula, y el vocabulario es siempre justo... aunque lo veo más en lo fantástico.

enhorabuena, en todo caso

mucha suerte

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 Gracias por el comentario, me alegra que te haya gustado, aunque no sé yo si el pequeño Damián estaría de acuerdo en que es más fantástico que de terror 

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Rayco González
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me recuerda a "en el laberinto", la peli... para la niña, es terror´ifico lo que ocurre, pero para el espectador es de fantas´ia... de gustibus non disputandum est... ;)

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