Día de fiesta, día de jolgorio. Los alegres Koptis se tomaban de las largas manos y danzaban describiendo frenéticos círculos que a veces creaban llamaradas de fuego y, cuando el ánimo era pura belleza, gritos semejantes al de un dragón sabio o al de un pequeño euménides erudito. La aldea se había llenado de alegres personajes vestidos de finas libreas negras y plomas, que llevaban divertidos sombreros de copa muy alta y que corrían de aquí para allá en gigantescos zancos. Cada zanco llevaba grabadas todas las peripecias y anécdotas de los sursuncordas, una comunidad de gente arisca que solía mirar a través de los arbustos sólo para espiar los rituales sagrados de los dervinys, grandes sabios que con sus discursos en diferentes lenguas, daban comienzo a la celebración de la fiesta de la aldea. Los olicterolios al oír las sabias palabras proferían alaridos que en el aire tomaban la forma de pequeños rombos que daban picazón cuando se adherían a la piel. Los habitantes del manglar agradecían en la fiesta a los dervinys por su ayuda en los tiempos arcaicos en donde las alimañas aladas les quisieron destruir, pero ahí los sabios con sus cantos melodiosos pudieron salvar a los habitantes. Estos, llevaban en sus escamas escritos los nombres de sus héroes y los nombraban en susurros a la vez que formaban una fila. Esta avanzaba despacio, sublime y majestuosa, a través de los troncos carcomidos de la razón.
Sin embargo, nadie sabía el motivo específico por el cual se hacía la fiesta, pero eso no importaba.
Grupos de diminutos hombrecillos enmascarados y con extremidades de almidón colocaban en los árboles una invitación a soñar. Tan excesiva y furiosa era su forma de escribir que había quienes al leer la invitación daban un grito y su piel se demacraba hasta juntarse con los huesos. A veces, los hombrecillos devoraban a estos pobres infelices, pero no interesaba: la fiesta debía continuar. El gran Raposium emergió de un lago con gran pompa y gloria. Sus extremidades llevaban adosadas sanguijuelas terriblemente molestosas. Su estómago de cristal reflejaba dentro una historia oculta acerca de otro país, un mundo muy lejano en donde volaban creaturas con formas de reptiles y luego aparecían aviones de combate echando abajo edificios. Todos estaban felices celebrando el misterio de esa fiesta, en el misterio de ese día, cuando de entremedio del bosque emergió un ser muy misterioso. Iba vestido con extrañas vestimentas: llevaba zapatos de cuero, cosas innombrables frente a sus ojos y su piel no tenía ninguna decoración verdosa ni de ningún tipo. Toda la aldea le quedó mirando. El ser también se quedó de una pieza al ver a todos celebrando.
De pronto, detrás del primero y también apareciendo por el bosque, llegó un segundo ser extraño. Este dijo:
-Oye, el camino no es por aquí, es por el otro lado, ahora me acordé. Oye… ¿Qué te pasa? ¿Qué miras tanto?
El aludido ajustó sus lentes y siguió mirando esa amplia llanura que limitaba con el bosque de hojas caídas.
-No, nada… Es que de repente me pareció que el viento traía voces, nada más
BUENO, AKÍ TAMBIEN , EL CUENTO EMPIEZA DESDE: "DÍA DE FIESTA...". lO ANTERIOR ES UN ERROR DE EDICIÓN. bUENO, CREO QUE ES UN ERROR.
"Omnia mutaantur, nihil interit"