El hombre del labio retorcido
Reseña del relato de Arthur Conan Doyle protagonizado por Sherlock Holmes
De todas las obras protagonizadas por Sherlock Holmes hasta la fecha, esta es quizás la que he encontrado más chocante desde el punto de vista moral. Por supuesto, es posible que la situación del Londres de la época victoriana que conoció Arthur Conan Doyle justifique la benevolencia del detective frente al delincuente descubierto en última instancia, pero es inevitable percibir —o creer percibir— un evidente clasismo mezclado con desprecio hacia los mendigos.
Más allá de estas cuestiones morales, que después de todo se pueden integrar, sin más, en la mentalidad del personaje, y que como mucho empañarán el cierre humorístico de la peripecia, cabe señalar que El hombre del labio retorcido es un relato ameno pero que peca, a mi parecer, de dos errores estructurales.
Por un lado, la sugerente trama del fumadero de opio y la particular versión del misterio de habitación cerrada —en este caso no está propiamente cerrada, pero todo apunta a— se pierden en los requiebros argumentales, que nos trasladan a varios escenarios sin que los pasos previos aporten demasiado ni solución de continuidad. Es posible que en la época sorprendiera esta desviación del hilo argumental, pero en un relato corto termina restando fuerza al efecto global.
Por otro lado, el desenlace de la historia se adivina demasiado pronto, con lo que la insistencia en avanzar hacia la revelación destruye toda posibilidad de sorpresa. De nuevo, aquí también juega en contra la mentalidad del lector: es posible que para un caballero victoriano el desenlace fuera mucho más chocante que para nosotros.
En cualquier caso, aun con sus cojeras, El hombre del labio retorcido sigue siendo una lectura entretenida, sobre todo por lo pintoresco de los ambientes y los personajes, aunque la trama haya perdido algo de fuelle.
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