Honestidad como puños

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Cómo Clint Eastwood da sopas con honda en el ocaso de su vida al resto de cineastas, ahora también con Gran Torino

 

Al acabar la proyección de Gran Torino sale uno con una sensación agridulce. La de haber disfrutado de una muy buena película, pero también la de haberte dado cuenta de que alguien muy querido por ti y a quien le queda poco por delante y mucho por decir se le va acabando el tiempo. Y es consciente de ello.

 

Cómo se enfrenta el autor -el artista- a la cercanía de aquello que de verdad le puede hacer callar. Una pregunta difícil de responder, sin duda. Algunos optan por el recogimiento y el calor de los suyos, como Paul Newman, cuyo último papel, antes de que el cáncer le devorara por dentro, fue dar voz a uno de los personajes de Cars. Todo un ejemplo de humildad que bien podrían seguir muchos, convertidos en tristes parodias de lo que una vez fueron. Otros luchan hasta el último momento en una batalla que no pueden ganar, como Unamuno, roto sin doblarse jamás. Los hay que exprimen su genio incluso en los estertores, como el Roberto Bolaño que, con el hígado moribundo, concibió la gigantesca 2666 como única forma de que su familia no se viera sumida en la pobreza. Y también los hay que deciden ir cerrando su obra de forma clásica; planteamiento, nudo y desenlace. Una obra de obras, por así decir, orgánica, que tenga un discurso por sí misma, sin necesidad de analizar las partes que la componen. Es el caso de Luis García Berlanga, uno de los tres directores de cine más importantes que ha dado nuestro país, hombre hecho de obsesiones y fetiches, que, con la desafortunada y melancólica (¿a su pesar?) París, Tombuctú, cerró una filmografía básica para entender la historia española desde la posguerra hasta la transición. Y también, por último, es el caso de Clint Eastwood y su Gran Torino.

 

Estigmatizado por la monolítica figura que construyó en Harry el sucio y sus secuelas, Eastwood ha tenido que realizar un buen puñado de obras maestras hasta que se le reconociera como lo que en realidad es: el último director clásico vivo, con permiso de Sydney Lumet. Racista y fascista son algunos de los apelativos que ha venido recibiendo desde hace años por interpretar al agente unido a su Magnum del .44 por parte de gente incapaz de comprender algunos detalles básicos: que el intérprete no es el personaje, que la ironía y la parodia pueden darse a muy diversos niveles, que conviene contextualizar la obra en cuestión en su momento histórico y dentro del género al que pertenece (el del cine moderno de acción, en aquel momento aún floreciente y poco sutil)… Resulta, no obstante, extraño que actores que, como Eastwood, hayan eliminado a cientos de indios y demás maleantes -Gary Cooper, Humphrey Bogart, James Stewart, etc., la lista es larga- no sean víctimas de esos prejuicios a la hora de ser revisada su figura.

 

Quizás por ello, para explicar, primero, que no existe sólo el blanco y el negro, y segundo, que todos los hombres pueden evolucionar, haya dirigido Gran Torino. No es su última película (ya rueda en Sudáfrica la siguiente), pero sí su testimonio, toda una metáfora de lo que ha sido su obra cinematográfica: cómo el tipo duro y malencarado se abre a los demás con sentimientos que, hasta ese momento, no había manifestado -pero que sí poseía-, demostrando hasta qué punto conoce al ser humano, sus bondades y sus miserias. El jinete pálido, Bird, Sin perdón, Un mundo perfecto, Los puentes de Madison, Mystic River, Million Dollar Baby, Banderas de nuestros padres, Cartas desde Iwo Jima, El intercambio, todas ellas -en mi opinión- obras maestras, son, como Gran Torino, retratos de personas que ansían algo de lo que alguna vez gozaron -el amor en Los puentes de Madison, un ser querido en El intercambio, la inocencia en Un mundo perfecto y Mystic River- o no -la dignidad humana en Sin perdón, un sentido a su vida en Million Dollar Baby- y luchan por encontrarlo con todas sus fuerzas. Pocas veces triunfarán en su empeño, tal y como ocurre en la vida real.

 

Gran Torino también habla de todo esto con una sorna y un humor políticamente incorrecto geniales, pero también con una honestidad que apabulla. No llega al nivel artístico de las anteriores (se rodó en treinta y dos días y gran parte del elenco no eran actores profesionales), pero por eso mismo sorprende lo mucho que llegas a involucrarte en la película y en los sucesos que narra. Y por todo ello, por todo lo que aún tiene que contarnos este anciano tan preclaro y por lo bien que lo hace, terminas de ver Gran Torino con miedo por que un día cercano le dé por cruzar, como decía Baroja, la última vuelta del camino y nos quedemos todos un poco más solos.

 

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Patapalo
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Reconozco que a Eastwood lo he conocido muy tarde. Quizás la primera vez que reparé en él fue con "Million dolar baby", así que su imagen de tipo duro y fascistoide la percibí más a través de terceros. Después de ver esa película, he ido rastrándolo por otras y descubriendo clásicos que, a veces, incluso había visto parcialmente. Ahora me quedo con ganas de ver esta "Gran Torino". Muy buen artículo, como de costumbre. Muy emotivo.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Gandalf
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Hala, ¿pero no conocías películas como Harry el sucio, la trilogía del hombre sin nombre o Sin perdón?

No sé si conoces su comedia Duro de pelar y su secuela, La gran pelea.

Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir.

Retrogaming: http://retrogamming.blogspot.com/

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Patapalo
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Gandalf dijo: Hala, ¿pero no conocías películas como Harry el sucio, la trilogía del hombre sin nombre o Sin perdón?

Conocer sí, pero sólo había visto fragmentos.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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linton
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Estupendo artículo, pues no sólo habla de la peli sino que está perfectamente enmarcado y encajado en la carrera de Eastwood. No he visto la peli todavía, no terminaba de convercerme, pero vistas todas las opiniones tan positivas, terminaré viéndola

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