Cartas desde la mar XXII

Imagen de Luc Hamill

La mar es la vida, es la alegría para los sensibles a la belleza. Quizás otras cosas sean más importantes, como el arte, la poesía, la filosofía... Pero, antes de todo eso, ya existía el mar.

Una noche mirando al cielo, de aquella playa tan mía, vi que un lucero se caía, y se me acercó él primero. Me dijo oye, compañero, allí arriba tengo mi casa, y aunque sea muy grande el cielo, si yo no quiero por él nadie pasa.

 

El tiempo

que le contemplo

casi le siento

entre mis brazos,

y si acaso

alguien me amarra

le seguiré soñando

junto a mi guitarra.

Los céfiros

del universo

llevan mis versos

hasta la Luna,

y mis sentimientos

en mar adentro

saben que tras esta noche

ya no querré ninguna...

 

Amigo, ahora recuerdo cuando bajaste del cielo, cuando viniste a la Tierra, cuando pisaste el suelo, y cuando caíste a mi izquierda... Cuando tocaste los mares, cuando andaste la playa. Si volvieras ahora, te acompañaría a donde quiera que vayas.

 

Por eso la otra noche no escribí sino que le pedí a la marea que le diese un farol al vigia del cielo, para que encontrase su barco con sus destellos. Se lo pedí con todos mis sentimientos, pues lo ha perdido, y ahora lo busca según le golpea el viento.

 

Y también por eso la otra noche no escribí sino que volví a sentirme marinero cuando en mi proa se sentó aquel lucero, cuando derramó aquella estrella sus salves marineras... Tras aquel adiós, tras aquel te quiero... todo en un blanco velero que va deprisa con esta brisa y según su suerte, pero por el mar siempre, por el mar siempre. Por el mar. Siempre.

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