Yo, el Supremo

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Reseña de la obra de Roa Bastos

La obra que voy a comentar la considero como el libro que más tiempo he tardado en leerme. La novela en cuestión, que yo llamaría ensayo-novela, pertenece diacrónicamente al posboom hispanoamericano, a saber, aquello que empezara Cortázar y que adquiriría multitud de voces y matices con los diversos autores (Onetti,Vargas Llosa, Carlos Fuentes, García Márquez o José Donoso entre muchos otros) y que consiguió obras cumbres para la literatura universal.

 

Además, pertenece a lo que casi es un género en la literatura hispanoamericana: "La novela del dictador" que cultivaron Miguel Ángel Asturias, García Márquez, Zalamea, Alejo Carpentier y el autor de esta obra, Augusto Roa Bastos.

 

Sincrónicamente, es reseñable que la obra se nutre de ricos recursos narrativos y se hermanaría con el "rayuelismo" cortazariano o con el Joyce más innovador.

 

La obra tiene innovaciones narrativas como "el compilador", que sería un puente entre el autor y el narrador. Y es en la primera novela en donde veo tal elemento. Además, el monólogo interior se trabaja hasta límites insospechados para un lector medio y también es trabajoso entender una polifonía textual que hace que en la novela pasen muchas cosas, pero el tiempo total, el de la historia, no avanza y se reitera una y otra vez, como si fuera la lectura mental de un loco.

 

Y el caso es que el dictador (El Supremo) increpa a un secretario (Patiño) que él mismo inventa, o al menos yo lo veo así, recordándome a un Alonso Quijano que sueña o inventa a Don Quijote. Y lo hace siempre con el monólogo interior.

 

Por lo tanto, no aparecerán capítulos, sino secuencias. Y la estructura narrativa contendrá, además de todo lo dicho, unos apuntes, un cuaderno privado, una circular perpetua, notas a pie de página, notas incluidas (y no estoy hablando aquí de las notas del editor, sino de las creadas por el mismo autor) y otras modalidades como el pasquín.

 

Con lo dicho, se puede colegir que este libro es denso y complejo. Pero hay más. La riqueza verbal del autor y el juego constante que nos presenta, explota la función lúdica de la literatura, hasta el punto de que nos llega a cansar (y yo me cansé más de una vez, con interrupciones lectoras de hasta seis meses seguidos) y a esto contribuyen los juegos de palabras y neologismos imperantes desde el principio hasta el final.

 

Pero vencí. Al final, logré aprehender el significado total, dejando a un lado los significados parciales; tejiendo la lógica mental que se le exige al lector en este tipo de libros.

 

Y por ende, si hay lectores que tengan curiosidad por comprobar lo que acabo de analizar -someramente-, los invito a acercarse a la obra y al autor. Eso sí, es preferible que el lector tenga don de palabra, es decir, se considere un lector avisado o con inquietudes estéticas máximas, o que aspire a poeta metalingüístico o filólogo, ya que se podrá disfrutar de una manera más plena de esta obra que Alejo Carpentier calificó de "obra maestra".

 

Autor

 

Nacido en Asunción en 1917 y exiliado en 1947 en Argentina y en Francia, vivió más de cuarenta años fuera de su país, al que pudo retornar con la caída del dictador Stroessner en 1989. En su juventud, junto con Josefina Pla y Hérib Campos Cervera, integró un grupo de renovación literaria y se puso a prueba en diversos géneros: poesía, novela y teatro.

 

Lo más importante de su obra se produjo en Buenos Aires, ciudad en la que desempeñó diversos oficios, algunos de muy modesta condición, y en la cual escribió lo esencial de su narrativa: diversas colecciones de cuentos y las novelas Hijo de hombre y Yo, el Supremo. Esta obra, basada en la vida del dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia, le dio fama internacional y promovió una cuantiosa literatura crítica sobre el conjunto de su obra.

 

Roa Bastos es asimismo autor de letras de canciones, cuentos para niños y guiones cinematográficos rodados en el cine argentino por directores como Lucas Demare, Lautaro Murúa y Marcos Madanes.

 

En la Universidad de Toulouse-Le Mirail enseñó lengua guaraní y literatura vernácula paraguaya. Otras actividades didácticas en las que participó fueron la dirección de talleres de redacción literaria y de guiones para el cine y la realización de cursillos monográficos sobre teoría e historia de la literatura hispanoamericana.

 

Recibió numerosos premios, entre los cuales destaca el Premio Cervantes, que obtuvo en 1989. Sus trabajos en el periodismo, aún no recogidos totalmente en volúmenes monográficos, incluyen crónicas de viajes, crítica literaria, política y recuerdos personales.

 

Roa Bastos es el escritor paraguayo más conocido en el mundo y una de las figuras protagónicas de la narrativa latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX. Partiendo de una técnica realista tradicional, ha sabido derivar hacia zonas de la fantasía inconsciente, las prácticas mágicas de la religiosidad popular y las tradiciones orales del romance cantado y de los cuentos anónimos. Ha ensayado la escritura en guaraní y en castellano, así como las traducciones de aquella lengua a esta. Sus grandes narraciones se basan sobre los nudos más importantes de la historia paraguaya: las misiones jesuíticas del siglo XVIII, la Guerra de la Triple Alianza del siglo XIX, la Guerra del Chaco y la dictadura en el siglo XX. En ellas ha sabido mezclar con equilibrio lo documental y lo ficticio, hasta construir un modelo muy personal de novela histórica. En el mismo ramo cabe citar Vigilia del Almirante, El fiscal y Madama Sui.

 

Roa Bastos, reinstalado en su país, falleció en Asunción en 2005.

 

Edición

 

Editorial Cátedra

612 páginas

Edición de Milagros Ezquerro.

 

Para terminar, os dejo el fragmento introductorio de esta obra, que me parece bastante significativo de la narración:

 

"Yo el Supremo Dictador de la República: Ordeno que al acaecer mi

muerte mi cadáver sea decapitado; la cabeza puesta en una pica por

tres días en la Plaza de la República donde se convocará al pueblo al

son de las campanas echadas al vuelo. Todos mis servidores civiles y

militares sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en

potreros de extramuros sin cruz ni marca que memore sus nombres".

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