Sweet Tooth
Un survival horror postapocalíptico para toda la familia
Esta ha sido la sensación que me ha quedado estos días cuando hemos visto Sweet Tooth todos juntos a la hora de cenar: que era un survival horror postapocalíptico diseñado para toda la familia. Es una sensación curiosa cuando te das cuenta de que los mecanismos de algunos subgéneros de terror se aplican a productos para los más pequeños... y con mucho acierto. De alguna manera, he tenido la impresión de que Sweet Tooth era el Walking Dead para menores de Netflix, algo similar a la reconversión que han hecho de Parque Jurásico en la serie de dibujos animados.
Ahora bien, creo que lo interesante de la serie es que no se han limitado tan solo a una adaptación estética o una mera reducción de lo horrible – gore dentro de las escenas de acción y/o tensión. No es un efecto Equipo A, donde las balas nunca impactaban a nadie y la sangre brillaba por su ausencia, sino que hay también una adaptación argumental importante sin por ello renunciar a temas de gran importancia.
Incluso, y creo que esto es importante, buena parte de la esencia del terror se mantiene, y eso es clave. Los géneros ligados al horror utilizan este sentimiento humano para remover las conciencias y obligar a centrar nuestra atención en los problemas que presentan. Aunque hay obras de terror lúdico que funcionan solo a base de montar la adrenalina para el mero entretenimiento, la tradición del género se ha valido en incontables ocasiones, de un modo consciente o inconsciente, de esta fuerza narrativa para transmitir ideas. Y, en ese sentido, el enfoque de Sweet Tooth no puede ser más acertado ni la angustia que transmite estar mejor justificada.
Toda la trama de experimentación animal, respeto de la naturaleza y planteamientos sobre nuestra cultura y la pervivencia de nuestra civilización están ahí, sobre la mesa, en términos asequibles para un espectador de primaria. Es, de hecho, interesante volver a esa mirada infantil y libre de prejuicios para entender algunas de las aberraciones contemporáneas y reavivar la llama del rechazo frente a las mismas. Hay que señalar además que esa adaptación narrativa y visual no tiene por qué implicar una reducción de la fuerza del conjunto. Para mí, pocas escenas he visto tan descorazonadoras y crueles como la amputación de los cuernos del protagonista, lo que no dista de otras barbaridad que se realizan en la realidad. Los dilemas a los que se enfrentan los personajes y las cuestiones de fondo tampoco, por sencillos que sean en su presentación, son menos reales o importantes.
Es cierto no obstante que en Sweet Tooth, por supuesto, el componente visual es de gran importancia y el primer gancho para captar a su público. En ese sentido, la serie juega muy bien sus cartas, desde los propios híbridos, que son sin duda el plato fuerte, a los escenarios postapocalípticos, que son de una gran belleza trágica (aunque con unas cuantas semillas de esperanza melancólica), pasando por guiños a clásicos como los niños perdidos de Peter Pan.
Así, si bien nos encontramos ante una historia muy clásica propia del camino del héroe con referencias muy claras a otros productos culturales y de entretenimiento, Sweet Tooth es también una serie fresca en su realización y muy meritoria en cuanto al resultado, que además se centra en un drama mundial más cercano de lo que nos gustaría creer. Con un buen ritmo narrativo, una temática de fondo más que interesante, indispensable, y una trama construida con una serie de personajes plurales y bien delineados, tiene todos los elementos para convertirse en un clásico del género.
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