La espada salvaje de Conan: Los habitantes de las cavernas
Reseña del vigésimo sexto tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
La espada salvaje de Conan: Los habitantes de las cavernas es un número francamente bueno: las tres historietas reunidas en él, sin llegar a ser extraordinarias, funcionan muy bien. El guionista de todas ellas, Michael Fleisher, está cada vez más familiarizado con el personaje y con su mundo y consigue sacarle partido según los cánones del género de espada y brujería.
Arranca el volumen con El dominio del murciélago, que cuenta en el apartado gráfico con los lápices de John Buscema, Alfredo Alcalá, Ricardo Villamonte y Jose Chiodo, algo que no causa grandes sobresaltos. Bien al contrario, el trabajo conjunto es formidable y da mucho color tanto en las escenas directas como en las retrospectivas. La historia no gira, curiosamente, en torno al mencionado dominio del murciélago, sino a una conspiración palaciega para eliminar a un heredero al trono de una ciudad estado. Supongo que lo del murciélago tenía más gancho. En cualquier caso, la trama funciona muy bien, con un Conan a la cabeza de una cuadrilla de salteadores del desierto empecinado en llevar al heredero de marras al trono a pesar de todos los palos que le ponen en las ruedas y de terminar, sin comerlo ni beberlo, en el dominio subterráneo mencionado en el título. No faltan tampoco las batallas ni los combates épicos en pozo con monstruo y contra un campeón de la envergadura, al menos física, del cimerio.
Luego va Los habitantes de las cavernas, que da nombre al tomo y podría haber dado nombre, ya puestos, a la historia anterior. El guión de Michael Fleisher está basado en un argumento de John Buscema, quien se encarga también del dibujo, el cual cuenta con acabados de Ernie Chan. La historia comienza con Conan encerrado en prisión por meterse borracho donde no le llaman y haciendo una improbable amistad con un pobre ratero al que toma cariño. Toda la historia va de cómo el cimerio y su compañero intentan escapar de la ley y terminan en un reino subterráneo en el que se ha establecido un curioso reino. Quienes lo gobiernan ven el potencial en Conan, pero este no acaba de encajar en lo que le proponen y la cosa termina con una nueva huida. Fleisher aprovecha para hacer reflexiones sobre el poder, la libertad y la política con un trasfondo de aventuras y violencia.
Terminamos el tomo con la primera parte de Los demonios de la llama, una historia cuyos bocetos fueron realizados por John Buscema, pero cuyos acabados corrieron a cuenta de Ernie Chan, así como el entintado. En ella volvemos a los problemas de un rey de una pequeña ciudad estado, quien primero tiene a Conan contratado como mercenario para luchar contra su vecino, pero que comete el error de intentar eliminarlo cuando ve que es demasiado poderoso y carismático. El cimero jura venganza y va aglutinando en torno a él un ejército con el que luchar contra su antiguo patrón, el cual cuenta, cómo no, con la inestimable ayuda de un brujo. La historia está muy bien montada y discurre con buen ritmo y una buena dosis de combates y batallas que se alternan con siniestros escenarios de experimentos que prometen una magnífica segunda parte. Muy buena historia tanto en su apartado gráfico como en el modo de desarrollarla.
Como se puede ver, La espada salvaje de Conan: Los habitantes de las cavernas no resulta particularmente innovadora ni en su apartado gráfico ni en el argumento de las historias, pero la madurez que han alcanzado dentro de la colección los artistas implicados hacen que sea un volumen muy sólido dentro del género.
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