El pueblo del abismo
Reseña de la obra de Jack London sobre el East End londinense
A pesar de su título romanesco, El pueblo del abismo, de Jack London, es más bien un trabajo periodístico. El autor había oído hablar de la situación de pobreza en la que vivían muchos londinenses y la había visto plasmada en el trabajo de contemporáneos como Charles Dickens, pero quería hacerse una idea en primera persona de la realidad que se escondía tras aquella información. Así, siguiendo su espíritu aventurero, optó por disfrazarse de proletario e irse a vivir al East End, uno de los barrios más pobres de la época.
El pueblo del abismo arranca de esta manera, con la explicación de las intenciones del autor al encarar el experimento y de los detalles mediante los cuales pudo llevarlo a cabo, algunos de los cuales rozan el surrealismo, como el de la empresa de “safaris”. A medida que avanzan los capítulos, London nos explica qué es lo que va encontrando, y la realidad es que fue algo tan terrible que él mismo lo tildó de más duro que cualquiera de sus aventuras precedentes.
El autor se sumerge, y nosotros de su mano, en un mundo de precariedad absoluta, donde los míseros salarios, cuando entran, son el sostén de familias que viven día a día. Cuando la enfermedad llama a la puerta, o un accidente, el precario equilibrio se rompe y llega la indigencia. También con la vejez en muchos casos. Las condiciones de hacinamiento resultan espeluznantes, así como la mecánica de las instituciones de caridad. El embrutecimiento de la población deja descorazonado al autor.
Poco a poco, la narración abandona su mirada en primera persona y termina incluyendo datos y reflexiones con las que dar un sentido al conjunto, una explicación al menos, y buscar una dirección con la que solucionar lo presenciado. La obra se vuelve reivindicativa, pura crítica social.
Hay que señalar que aunque se trata de un trabajo periodístico, El pueblo del abismo se lee con la facilidad de una novela. Jack London tiene un sentido del ritmo encomiable y la mezcla de anécdotas y situaciones curiosas —el capítulo dedicado a la coronación del rey, por ejemplo, no tiene desperdicio— hace que enganche sin remedio, casi hasta el punto de hacer peligrar el fondo de la cuestión: que aquellas fueron vivencias reales, por mucho que el autor tenga la gracia de plasmar a quienes se cruzó con la viveza de los protagonistas de una novela.
Sí que es cierto que algunos puntos de vista del propio London resultan chocantes para nuestra mentalidad actual, o incluso cuestionables, lo que genera un contraste curioso entre la inercia decimonónica y lo visionario de muchos de sus comentarios. En cualquier caso, no empañan en absoluto el conjunto, sino que le dan todavía más cuerpo: El pueblo del abismo es un testimonio en primera persona con todas las de la ley.
Un texto, en definitiva, que no debería perderse nadie interesado en la Inglaterra del final de la época victoriana o en los fenómenos generados por la explotación del proletariado durante el desarrollo industrial británico. La información que encierra, tanto en los pequeños detalles como en las grandes perspectivas, es digna de ser conocida.
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