Abalone
Análisis de este juego de 1987 desarrollado por Lalet y Levi
Rara vez se encuentran juegos con una elegancia estética y de funcionamiento como los de este Abalone. Diseñado en 1987 por Michel Lalet y Laurent Levi, es todo un clásico en Francia: fácil de aprender, ágil en su desarrollo y muy agradable durante el juego. Básicamente, el objetivo del juego es expulsar del tablero las bolas de tu adversario. Como en el ajedrez o las damas, un jugador llevará las negras y el otro las blancas. El tamaño de estas bolas, cuya textura recuerda al mármol pulido, es como el doble del de una canica de las de toda la vida.
El desplazamiento de las bolas se realiza empujando estas sobre el tablero. Las guías de plástico hacen que las filas salten una posición con facilidad, en un movimiento muy compacto. Si no se es particularmente torpe o se hacen movimientos bruscos, las canicas ruedan con mucha gracia y dotan de una elegancia particular al juego. Al mismo tiempo, hacen que este sea particularmente intuitivo: puedes mover filas enteras una posición, algo que consigues empujando la última canica de dicha fila, y, del mismo modo, puedes empujar las canicas de tu contrario cuando estas son menos numerosas. Por ejemplo, con tres canicas propias puedes empujar dos o menos canicas del contrario. Las canicas que se salen del tablero ruedan por unas franjas que circundan este, por lo que no hay excesivo riesgo de que se vayan a hacer puñetas.
Al comienzo de la partida, cada jugador cuenta con catorce bolas dispuestas en uno de los extremos del tablero, que es hexagonal y cuenta con sesenta y un huecos. A partir de ahí, cada jugador es libre de desarrollar su estrategia como desee, aunque siempre hay que tener en cuenta que las agrupaciones de bolas les dan más “solidez” y que tus propias bolas pueden terminar por bloquear tus movimientos de empuje (no se puede empujar las bolas del adversario si tras ellas hay una bola de tu mismo color).
El único pero destacable del Abalone es que sus partidas pueden degenerar en bloqueos si los jugadores se piensan demasiado las jugadas y ambos tienen un nivel similar. Después de todo, el equilibrio de fuerzas inicial es total y la disposición geométrica del tablero no propicia que el desarrollo de la partida se precipite: eso es algo que está en manos de los jugadores.
Así, en conjunto, el Abalone es un juego elegante, de mecánica sencilla y muy bien engastada en el aspecto físico. Buenas bazas para perdurar en el tiempo que, junto con su diseño desvinculado de cualquier trasfondo, lo hacen accesible para cualquier tipo de jugador.
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