Creepy 4
Una mirada a los clásicos del horror que nos trae Planeta DeAgostini
Por motivos diversos, leo varios centenares de relatos de terror, y géneros afines, a lo largo del año. Por ello, cabría imaginar que al abordar una lectura como Creepy me condeno, directamente, al hastío, a ver más de lo mismo. Lamentablemente, no es el caso. Y digo lamentablemente porque el material recopilado por Planeta DeAgostini es ya un clásico y, por ende, deberíamos tenerlo ya más que aprendido.
No negaré que muchas de las historias, si nos ceñimos a lo que son personajes, escenarios y planteamientos, están ya más que vistos, al menos en lo más superficial. Algunas, además, a causa del paso del tiempo y el cambio de mentalidad tienen algunos detalles que nos resultan ingenuos. Es una parte de lo que hay, sin duda.
Pero, al mismo tiempo, al leer este cuarto volumen de Creepy he tenido la impresión de que dan sopas con honda a muchos creadores actuales en otros muchos aspectos: el ritmo, el modo de presentar las cosas, la elegancia de la simplicidad, el humor del maestro de ceremonias, ese modo de no creerse y creerse al mismo tiempo las historias, como en los cuentos de campamentos...
Creepy es pulp. Es pulp por excelencia. Son narraciones pensadas para divertir, tan breves que no dan para mucha profundidad, píldoras de entretenimiento macabro. Pero, cuando están en las manos adecuadas, son también un ejemplo de conocimiento profundo del oficio. En este volumen, Archie Goodwin es el guionista de la gran mayoría de las historias, y se ve hasta qué punto conoce los entresijos del terror ferial.
Las referencias literarias, e incluso cinematográficas, están por todos lados, adaptadas con acierto al lenguaje del cómic breve. También los ecos misteriosos de las civilizaciones exóticas, de los escenarios remotos, que son tratados con ese romanticismo propio del XIX pero apuntalados con el humor ácido del maestro de ceremonias, el cual establece un juego metaliterario con el lector en el que los juegos de palabras suelen ser la guinda.
Supongo que es parte del secreto de que esta serie de cómics haya envejecido tan bien: el guiño cómplice entre amantes de una afición -oscura- común. Planeta DeAgostini lo ha captado a la perfección y en su edición no solo encontramos unas lujosas tapas duras y una buena presentación, sino también numeroso material de la época que hará las delicias del aficionado: contraportadas con Las tétricas tradiciones de Creepy, anuncios de los más inverosímiles gadgets para niños, cartas del club de fans de Creepy (escritas por niños que deben de ser abuelos a estas alturas), publicidad de historias de terror narradas en discos (de vinilo), las portadas originales del material recopilado... Soberbio.
Independientemente del acierto individual de cada historia y de cada dibujante (pasan varios por las páginas del volumen: Neal Adams, Roger Brand, Frank Frazetta, Rocco Mastroserio, Joe Orlando, Johnny Craig, Héctor Castellón...), Creepy es un recopilatorio al que todos los amantes del terror deberían echar un ojo, sobre todo si son, asimismo, creadores. Hay que saber auparse a los hombros de los gigantes, aunque hicieran pulp. Lo que se ve desde ahí arriba sorprende.
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